Postura en la cual el hombre está sentado (preferentemente en una superficie dura, no la cama), con las piernas flexionadas y se toma la parte posterior de sus rodillas.
De esta forma, recibe a la mujer que se acomoda y se hace penetrar en el espacio que queda entre las piernas de él y su tronco.
El hombre presiona con las rodillas el cuerpo de su amante, la atrae y provoca el vaivén de ambos mientras, al mismo tiempo puede besar los pechos de ella que están a la altura de su rostro.
Se dice que es una sensación única que recuerda el tierno ir y venir de las hamacas en la infancia.
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